martes, 15 de junio de 2010

RENACER


Disfrute de Nuevo la Vida. Mila y Marina aguardaban en una plaza aledaña al Parque de Berlín. Hacía una tarde nublada de un mes indefinido y caluroso en aquella ciudad de aquel mundo. ¿Igual que aquella tarde en cuestión? En realidad a Juan José poco le importaba. En cambio entendía que su preocupación no se hallaba en ese cielo, como tampoco en esa tierra, ni tampoco en la vida de aquel mundo... Después de setenta y cinco años de vida aburrida rutinaria y milimétrica, diseñada con trazos eternamente geométricos, había dejado su mundo, sus intereses, su trabajo, su soledad y su existencia, acogiéndose a un nuevo programa experimental cuya radiante denominación era: “Vuelva a renacer y disfrute de nuevo la vida.” Evidentemente, tratándose de un proyecto reciente, dicho programa encerraba una serie de carencias y defectos. Uno de ellos era la “limitación espacio temporal.” Es decir había un plazo de tiempo y espacio para perpetrar el sueño o deseo al que uno se acogía. Pero en el caso de Juan José aquello no era problema; pues en realidad todo el placer de su vida se había atesorado en una sola y única tarde y en apenas dos escenarios. Una tarde a cambio de su vida, sensaciones, percepciones y visiones, que serían donadas a la ciencia en aquel mundo extraño… Y de nuevo estaban los cuatro y resultaba todo tan real. Su primo Ernesto, él, Marina y Mila juntos. Con un único defecto del programa, los demás no podían hablar. Así pues quien ahora ejecutaba y dominaba las acciones del grupo era él y solo él y tenía respuesta a una idea que con solo imaginarla conseguía que por su nuca transitara un delicioso cosquilleo de placer. Se trataba de arrebatarle la novia a su primo. Pues en realidad anhelaba a Marina. Sentados en el mismo bar de antaño la acción se comenzó a desarrollar exactamente igual que lo hiciera ¡cincuenta y cinco años antes! Sí, todo volvía a ser viejo y antiguo y sin embargo, funcionaba. Las obsoletas cafeteras italianas marca “Gaggia” trabajaban como nunca, los camareros vestían uniformes pasados de moda y de vez en cuando, vociferaban términos en desuso, e incluso las añoradas e inexistentes marcas de cerveza volvían a hacerse patentes; y es que la cerveza ya no se bebía, porque no se fabricaba. Tras la "Segunda devastación" hizo su aparición el "Gusano de la Cebada" y emponzoñó las cosechas, de tal forma que había sido vetada por resultar letal. Y, sin embargo, allí estaba él, tomando asiento junto a una enorme pinta de cerveza. Y esa vez con un pequeño cambio imperceptible pero definitivo; se sentaba junto a Marina. Y de nuevo todo era igual. Juan José dirigía a su antojo; puesto que ellas no conocían a su primo en tanto él conocía a los cuatro. Por lo que el único nexo de unión y quien se encargaba de romper el hielo en la reunión era él. Cuando los cuatro salieron eufóricos la noche ya se había cerrado como un misterioso telón de acero sobre sus cabezas. Todo iba bien entre su primo y Mila y Juan José se sentía radiante. Mientras tanto su relación con Marina parecía marchar, no obstante ¿había pasado algo por alto? comenzaba a preguntarse. Ya que cada vez que se disponía a besarla ella parecía reaccionar y giraba el mentón hacia un lado. ¿Sucedía así en realidad o eran una paranoia...? ¿Acaso había pasado por alto ciertas palabras escritas en el guión? ¡No! Había estudiado concienzudamente la parte concerniente a su primo y le parecía sumamente sencilla. Para ganarse a Marina solo era preciso pronunciar burdos y picantes discursillos de amor; así se alcanzaba su corazón. Estaba escrito, y nunca mejor dicho, se dijo y sonrió para sus adentros. Llegaron a la casa de Mila. Sus padres no estaban. En seguida Mila comenzó a proyectar diapositivas de sus escaladas a los Alpes franceses. Entonces, Juan José, tal como había hecho aquel día su primo, se decidió por actuar. Pasó un brazo por la cintura de Marina y tiró suavemente de ella, invitándola a que lo acompañara a la habitación contigua. No obstante, al instante, percibió una reacción adversa. ¿De resistencia? Imposible. La situación estaba por entero bajo su control. Antes había formulado a su oído las palabras clave, estaba seguro, había susurrado: “Cariño acompáñame a ver el cuadro.” Amparado en la suave penumbra dél salón volvió a repetírselas y mientras lo hacía, durante un instante creyó ver brillar los ojos de Mila y Ernesto, y pensó "¿Acaso nos vigilan?" Se giró, los miró de forma solapada y no apreció nada anormal. ¿Auto sugestión tal vez? De nuevo tiró de Marina. Y está vez notó claramente su resistencia, pero ya no le importó, no esperaba aguantar por más tiempo. De un brutal empellón la sacó arrastras del sofá y la golpeó en el rostro mientras la increpaba. - ¡Vamos zorra! ¡A joder con el primo de Ernesto! La arrojó dentro de la habitación. Antes de cerrar la puerta se arrimó al postigo y miró en dirección al sofá. Mila y Ernesto continuaban besándose indiferentes, todo funcionaba según el guión. Estaban a lo suyo. Cerró la puerta tras él. Arrinconada contra la pared Marina gimoteaba en silencio. A su lado estaba el cuadro. Se trataba de un retrato que hizo o había pintado Mila de su amor: Juan José. Es decir ¡él mismo! De pronto Marina elevó la cabeza y lo miró fijamente. Sus ojos estaban irritados. ¿Lloraba? No, no podía expresarse y ni tan siquiera sentir tales emociones pensó Juan José. De repente se sintió mareado, se detuvo y creyó percibir algo, ¿palabras en su interior? “No… No por favor, señor…” Le pareció escuchar. Durante breves instantes permaneció como extasiado, reflexionando consigo mismo. “Increíble. ¿Había escuchado aquello? Pero… si ni siquiera la veía mover los labios. ¡No podía hablar! Le llamaba... ¿Señor? ¿Cómo podía hacerlo? ¡Bah! Figuraciones suyas” concluyó. Se cruzó de brazos desconcertado. Y… ¿qué parte venía después ¿A partir de ese momento? De pronto no recordaba... nada. ¿Lo había olvidado? Continuó reflexionando con dificultad. Acaso era: “Vamos cariño ¿lo hacemos ahora?” ó “Vamos cariño ¿jodemos ya?” ó “¿Vamos a follar como animales, cariño?” Nada ¡ni idea! Extrajo el folleto del programa del interior del bolsillo derecho de su americana y descubrió que la última hoja… ¡¡no existía!! Se quedó unos segundos pensativo, tras lo cual concluyó. Daba igual, habría de improvisar. Volvió a mirarla; le resutaba muy bella y ¡tan débil...! De súbito la sangre le empezó a hervir y no se contuvo. Habían sido décadas de existencia como ser pleno y civilizado, esclavizado mediante horas de trabajo incansable y maquinal, y ahora iba a hacer lo que deseaba. Se abalanzó sobre ella, rompió y arrancó sus ropas con furia, y después de un forcejeo, tras propinarle un par de bofetones, logró controlarla y se dispuso a forzarla. Y mientras lo hacía, comenzó a agitarse de forma frenética y a gemir de placer… Casi había logrado penetrarla cuando, en breves instantes, le sucedió. Percibió como sus movimientos espasmódicos se ralentizaban, en tanto que su vitalidad lo abandonaba. Entonces pudo sentirlo; ella se había vuelto mucho más fuerte y de un gesto aparatoso y violento se lo quitaba de encima, en tanto lo insultaba. Pero ahora no lo hacía mirándolo en silencio. Existía voz procedente de su cuerpo. Era distinta; pero fuerte clara y precisa. Mascullaba. - Viejo asqueroso… Te acabas de cargar el programa ¡No era conmigo con quien debías de hacerlo, sino con Mila! ¿Recuerdas? Sentenció la directora del proyecto. Y se quedó mirándolo a los ojos mientras en su semblante se constituía un esbozo entre asombrado y perverso. - Ya… Claro… ¡Entiendo! ¿De viejo nada eh? Lo que querías y deseabas era… ¡Ésto mismo…! ¡Traicionar y violar...! Su semblante se trocó en una sonrisa sombría y frotándose las manos, añadió. - Hay viejo, viejo… ¡Acabas de infringir las normas! ¡Has tratado de violar! ¡Serás juzgado y castigado por ello! Frente a él se hallaba ahora una mujer cambiada, diferente. Marina había desaparecido ¡mutado de forma! Y con ella todos sus deseos. También estaba el espejo del armario, solo tuvo que mirarse un instante para cerciorarse de que su cuerpo volvía a ser un fraude; el de un viejo septuagenario. La puerta se abrió de golpe, entraron su primo Ernesto y Mila, su adorada y ¿falsa Mila? Ambos reían, mientras sus organismos se estiraban engordaban, cambiaban de forma y tamaño. A continuación aparecieron unos gorilas vestidos de azul y de modo preciso lo amordazaron y pusieron un chaleco de fuerza. Juan José se había excedido, dictaminaron. Había violado el código de ética del programa “Vuelva a renacer y disfrute de nuevo la vida.” Por ello sería ajusticiado. Naturalmente nadie más se enteraría. Ni siquiera los medios informativos de la tierra. Pues desde el momento de la firma del compromiso, su cuerpo ya solo era un mero pedazo de carne al servicio de los intereses del proyecto interplanetario. ¿Cómo iba a ser su muerte? Sencilla. Sería obligado a ingerir una dosis letal de cerveza. Un castigo ejemplar y toda una ironía tratándose de un hombre que vivió su mejor momento bañado en la “deleitable bebida de los dioses”. Esto último, fue algo que él mismo siempre afirmó....

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