martes, 29 de junio de 2010

EL ASESINO DE POETAS

Te voy a contar una historia que pasó una vez en Bulgaria. En Sofía. En una calle de Sofía a eso de las diez de la mañana. Antes de que cayera el comunismo. El frío se metía por todos los sitios. Las viejas abuelas se morían en las calles y los borrachos se arrastraban por las casas buscando un resquicio de libertad debajo de las camas. Yo no soy búlgaro. Soy ruso. Era un maldito espía ruso que se aburría. Yacía asqueado en una plaza de Sofía. Aguardaba aquella mañana a que saliera un poeta que de vez en cuando tenía ideas peligrosas. Por ejemplo, el tipejo pensaba que una calle era como una vena de un hombre cualquiera. Y que una tarta de manzana podía ser, por qué no, el universo entero. Había que matarlo. Pero matar a un poeta tiene sus riesgos. Y muchos. Un poeta no mira como suele mirar un narrador de mierda. No. Un poeta no muere rápido. Un poeta muere como los héroes mitológicos. Uf, es muy peligroso quitarle la vida a un poeta. Y sobre todo a un poeta maldito y echado a perder. Lo tenía que matar con mis propias manos. O sea, tenía que estrangularlo. En mitad de la plaza. Mientras muy amablemente me ofrecía fuego para encender un cigarrillo. Tendría que estar mirando sus ojos hasta que la vida se desparramara por ellos. Y cuando se mata a un poeta y se le mira a los ojos el peligro está en que el alma del tipo se puede meter en tu cuerpo y dominarte para siempre. Volverte loco. A mí no me pasó. Y por eso me especialicé en matar poetas caídos en desgracia ante el partido y ante Moscú. Marché por todo los países comunistas de Europa matando poetas. Perdí la cuenta. Cuando llegó la democracia, o lo que coño sea esto que ahora tenemos, me dieron por culo y me mandaron al paro. Sigo viviendo en Sofía porque me da pereza regresar a Moscú. Ni siquiera el frío es igual que antes. Ni siquiera los poetas son iguales que en el pasado invadido por el Gulag. No. Todo huele a riqueza nauseabunda que aburre y deteriora los sentidos. Ya no soy asesino. Ya no soy nada. Ahora paso el tiempo en la biblioteca pública leyendo a los poetas que asesiné. Soy un ávido lector de las obras de mis víctimas. Y un admirador profundo y sincero. Sí, las maté, pero reconozco que para ser poeta hay que tener un alma de tierra. Hecha de tierra. Arena. El poeta está más cerca que nosotros del polvo. También he dejado de ser comunista. Creo, sinceramente, que un día de estos me sentaré a escribir un poema.

domingo, 27 de junio de 2010

BILBAO-NEW YORK


Un grupo de trabajadores posan sobre una viga, a 165 metros de altura, en una imagen que recrea la legendaria foto de la construcción del Rockefeller Center captada en 1932
Somos de Bilbao

viernes, 25 de junio de 2010

Christie: Yellow River live


CORRIAN LOS AÑOS SETENTA Y EL VERANO ESTABA A LAS PUERTAS.
EL INSTI CERRABA HASTA SEPTIEMBRE, Y EN LAS MAQUINAS DE DISCOS  SONABA AQUEL VERANO , ESTA CANCION

miércoles, 23 de junio de 2010

NO JUEGUES CON MUERTOS

Esto me lo conto un amigo, Alejandro Martinez, asi se llama, pues no se si lo que me conto es cierto, pero parecia bastante real, bueno aqui se los cuento. Alejandro, le gustaba mucho jugar la quija y todas esas cosas relacionadas con espiritus y cosas paranormales. bueno el un dia estaba solo en su casa, pues sus padres habian salido de viaje por unos dias. Pero el habia jugado un juego y quedo atrapado ahi, para el poder salirse de ese juego tenia que volverlo a jugar y pedirle a los espiritus que lo dejaran salir, pero el no lo volvio a jugar. no le paro mucho al asunto cuando una noche vio frente a su cama a una niña como de 12 años de edad, tenia un vestido negro, era muy palida y tenia una muñeca de felpa colgando de su mano, sus ojos eran diabolicos y la niña le hablaba en un idioma extraño, parecia latin, alejandro estaba totalmente asustado, no sabia que hacer, solo salio corriendo a otro cuarto y se quedo ahi. en la mañana se lo conto a unos de sus amigos, pues el amigo le habia dicho que era por el juego, ya que alejandro no los tomaba muy en serio, los espiritus se molestaron, por lo menos eso parecia, paso una noche y no le hicieron nada, pero la otra noche como en eso de las 9pm vio a un niño sentado en las escaleras, parecia ser un niño de una epoca ya algo antigua, alejandro creyo escuchar esto del niño: "cuidate, te puede pasar algo malo, no queremos que te pase nada, cuidate!!". alejandro quedo pasmado y asustado, quiso ir a dormir a la casa de un amigo, ya que le estaban apareciendo cosas raras. cuando llego a la casa de su amigo, su amigo lo acomodo en su cuarto, en un sofa que tenia, en la noche a las 2am (aproximadamente), le aparecio la niña a Alejandro y a su amigo, la niña le dijo lo mismo que el niño de las escaleras, pues esa noche alejandro del susto salio corriendo, pero cuando llego a las escaleras se tropezo y cayo, se golpeo en la cabeza, le agarraron 8ptos en la cabeza, luego de haber salido al hospital, jugo otra vez el juego para salirse, y por suerte los espiritus lo dejaron, y creo que ya no le quedaron muchas ganas de volver a jugar ningun otro juego relacionado con espiritus. No se si lo que me conto sea cierto, pero lo que si es cierto es su herida en la cabeza, por cierto su amigo quedo shock cuando vio a la niña y ahora esta tomando tranquilizantes y esas cosas, eso si es cierto, asi que en una gran parte le creo a Alejandro. un consejo: "nunca jueguen con los espiritus".

lunes, 21 de junio de 2010

LA VIUDA

Sábado 7: 30 Pm de la noche, me encontraba en la catedral de mi ciudad en compañía de mi esposa e hija, teníamos la misión de adornar la capilla del santísimo, que consistía en hacerles adorno floral, cosa que mi esposa es experta. Al finalizar la misa para aligerar nuestro trabajo, después de percatarnos que la iglesia estaba vacía ayude al sacristán a cerrar las grandes puerta de la iglesia, y al este marcharse quedamos mi hija, mi esposa y yo en la sacristía donde estábamos efectuando nuestro trabajo, cuándo escuchamos un murmullo, nos quedamos en silencio para podernos percatar lo que era, y fue cuando pudimos escuchar es que el murmullo decía “Santa Maria madre de Dios “ ósea que estaban rezando un Rosario, casi automáticamente me dirigí a la puerta que conduce al interior de la iglesia, y mire Hacia el recinto y vi a una mujer vestida de negro, arrodillada en el suelo frente a la capilla del santísimo con un velo negro tapándole la cara, esta mujer Rezaba y Lloraba se veía muy afligida, Un escalofrió me corrió por todo el cuerpo y me volví hacía donde estaba mi esposa y mi hija y le dije lo que estaba ocurriendo, ellas salieron a ver a la extraña mujer y mi esposa me dijo esa mujer parece que enviudó, pero de repente me vino un pensamiento y a la vez una pregunta ¿Por dónde entró? Si yo mismo había cerrado las puertas con el sacristán, no había otra forma de entrar en esos momentos, sino por donde nos encontrábamos nosotros, y estábamos seguros que nadie había entrado. Tome a mi esposa por un brazo y le hice seña a mi hija para retirarnos de la extraña presencia, y cuando habíamos caminado unos metros le dije a mi esposa que esa mujer no era real, ya que no había persona alguna en la iglesia a esa hora, nosotros nos percatamos de que fuera así, para cerrar las puertas, por lo tanto esa persona no era humana, así que salimos corriendo y trancamos, la puerta de la sacristía y nos topamos con el sacerdote que venia hacia nosotros y al vernos tan apresurado nos pregunto que nos había ocurrido, y le contamos lo sucedido y él nos respondió que el también en algunas oportunidades el había vista a esa mujer, y que era un alma en pena. Al nosotros escuchar esto, decidimos terminar con el Trabajo el domingo en la mañana, y marcharnos a nuestra casa con la imagen de la extraña mujer en nuestras mentes.

jueves, 17 de junio de 2010

LA GRAN CIUDAD

A veces me pregunto. ¿A quién cojones le importa lo que tengo que decir, si no produce dinero? Señales, humos, ruidos, atascos, calles y más calles… Así es la gran ciudad en la que convivimos, entre prisas, estrés, tanta gente a nuestro alrededor y todos envueltos en nuestra propia soledad.....en este mundo de máquinas y prisas, tan solo somos una maquina más ¡a veces hasta somos un número!. Tenemos nuestras vidas programadas, desde que nacemos compramos una vida y no paramos de pagarla, nuestros padres nos educan haciéndonos creer que vivimos en un mundo que nos pintan de color de rosa, los problemas comienzan cuando nos enfrentamos a un mundo hostil, nos damos cuenta de ello el día en que el jefe dice señor bájese los pantalones, de se la vuelta y podremos comenzar, (¿nuestro jefe? Acaso hay alguien más importante que nosotros), luego cobramos a fin de mes y empieza de nuevo el mes siguiente. Esta gran ciudad ama las ideas simples y recela de las ideas complejas no pienses más de la cuenta o los demás podrían recelar de ti, llama sabiduría a lo que todo el mundo conoce, adora lo políticamente correcto aunque sea mentira, me encantan aquellos hombres y mujeres que dicen “yo soy tolerante” o mi preferida “yo soy ecologista” y les pregunto a esta gente, pero como contribuyes al ecologismo cogiendo el coche o la moto hasta para ir a cagar. Lo que más me gusta de la gran ciudad es la búsqueda de un modo de vida que se centra en encontrar el placer inmediato o al menos mientras más rápido mejor para ello puedes ir libremente al centro comercial allí puedes disfrutar de tu no libertad. Pero a veces cuando te quedas mirando a la nada, pensando en nada y consigues parar a respirar, oyes la tranquilidad que existe a nuestro alrededor, así es la gran ciudad, no hay nada como la gran ciudad nada mejor que la gran ciudad.  

miércoles, 16 de junio de 2010

EL JUEZ


-Ave María Purísima.
-Sin pecado concebida.
-Perdóneme, padre, porque he pecado. Este es mi pecado:
Maté a un hombre.
Alguien rezó el rosario con voz monótona. Fue cortado por breves instantes por el llanto de María, a quien manos piadosas la tomaron de los hombros y la llevaron con delicadeza fuera de la sala. Sus desgarradores sollozos arrancaron las frases clásicas que las beatas, infaltables en los velorios, suelen pronunciar.
Pobre, María. Sin mamá y ahora sin papá.
Pobre, don Ramón. Tan bueno que era. Tan justo y cabal.
La muerte lo sorprendió una mañana en el despacho de su casa, mientas el sol de enero cocinaba las plantas del jardín y convertía en polvo rojo la tierra de las calles.
Nadie vio nada. Sólo se oyó un disparo. Cuando lo llamaron, el silencio fue la respuesta.
Rompieron la puerta para entrar. Y ahí, con la cabeza reventada, sobre el escritorio lleno de libros y actas de nacimiento, se desangraba don Ramón. A su lado, un revólver, que después los hijos reconocieron como suyo.
Parecía un suicidio.
Claro que era imposible.
¿Don Ramón quitarse la vida? Jamás. Era un hombre tranquilo, bondadoso, solícito, buen padre y buen vecino. Además, un mes más y se casaría con la maestra más bonita del pueblo, la más codiciada por todos los solteros de la región. La señorita Rocío.
¿Quién haría algo así a las nueve de la mañana? Nadie. Después de un buen desayuno, como tomó él. No.
Todos repetían lo mismo. Alguien lo asesinó. Pero...¿Quién?
¿Un político opositor? Tal vez. Los ánimos habían quedado algo caldeados después de las elecciones, así que esta era una buena teoría.
¿Algún enemigo? Los perdedores de pleitos nunca aceptaban un fallo adverso.
Y sí, en un puesto así, se tienen enemigos.
¿Y los Gómez? Juraban que los había arruinado en no sé qué juicio por dinero.
Otro recordó a los Benítez, que perdieron muchos animales por su culpa.
¿Y el odio que sentían por él los Montero? Decían que don Ramón era un ladrón con patente y que les había robado limpiamente diez hectáreas de tierra, las que están cerca del arroyito, las más lindas, para más.
¿Y Saturnino? Estuvo muy enamorado de la maestra. Pero ella eligió al juez.
Y la lista continuaba, de boca en boca, de tereré en tereré bajo la fresca y tupida sombra de los paraísos y obeñas que salpicaban el patio de la casa del señor juez.
Dios no recibe en su seno a los que se quitan la vida, la iglesia no puede darle cristiana sepultura-la voz del padre Venancio sonó segura en la sala caliente de la parroquia. Y todos dijeron que sí, que era cierto, pero no era menos cierto que don Ramón no se quitó la vida y que eso sólo lo decían las malas lenguas y hacía mucho calor y lo tenían que velar y enterrar. Tal vez hubo otras razones que alegaron los parientes. Fueron convincentes, porque se consiguió el permiso para darle "cristiana sepultura"
Al rato ya estaba el finado en lo que sería su "lecho eterno", un cajón lustrado con asas doradas en la sala de su casa. Recién pintada, con piso de cerámica brillante y otros arreglos que se hicieron para celebrar la boda en febrero. Ahora no habría casamiento. Sólo funeral.
La gente iba y venía. El calor era húmedo y pegajoso. Todos mostraban rastros de sudor en las ropas de algodón. Las sillas en el patio estaban siempre ocupadas por algún vecino, familiar o amigo del difunto.
Ya no había un lugar vacío en ninguna parte de la casa. Los chismes volaban como palomas en los tejados.
¿Qué no son esos los hermanos Benítez? Sí, esos que bajaron del caballo. Y dan los pésames a María y a su hermano.
¿Vieron que hablaron de balde? Si lo hubieran matado no hubiesen venido.
¿Y quién es la gorda que grita? ¿Es María Elena, la hermana del juez? Sí. Ella es.¿Y quién es la Juana, a quién acusa de asesina ? ¿Qué no sabes? La mujer del juez, hace tiempo, desde que enviudó. ¿La que tiene un hijo de seis años? Ese mismo, no reconocido, pero hijo suyo.
Miren, miren. Ahí está la maestra con Sor Teresa.
¡Qué linda es Rocío! ¡Y qué cutis blanco y qué hermosos ojos!
Huellas de llanto en las mejillas. Llora frente al que debía ser pero no fue.
En una tregua de las conversaciones, se oyeron los Dios te salve....
Que se vaya esta mujer, asesina, caradura, sinverguenza, grita María Elena arrojándose sobre Juana
Déjenme, que yo haré justicia..Lo mataste porque nunca se casó contigo.
No sea así señora, ella tiene derecho a estar aquí.
¿Por qué me acusas a mí? ¿Por qué no a Eulalia, que siempre lo odió porque no volvió jamás con ella? ¿O Blanca, que tuvo un hijo suyo y él jamás lo reconoció? A mí siempre me quiso, nunca me abandonó.
Alguien pidió más respeto y por un instante todos guardaron silencio.
Como si hubieran obedecido una orden, todas las miradas se posaron en Rocío. Seguida de Sor Teresa, se dirigió hacia la puerta con un resto de su dignidad perdida después de todo lo que se enteró.
¿Quién era el hombre con quién iba a casarse? ¿El que decía amarla sólo a ella? ¿El que le cantaba canciones de amor y la había conquistado con su sencillez y ojos sinceros? ¿El que le escribía cartas cómplices y la hacía sentir feliz? ¿El viudo solitario que al fin había encontrado el amor? Qué no tenía compromisos con nadie. No, este hombre de quien todos hablaban no era Ramón, su Ramón, el que ella conoció, el que amaba a su familia, ayudaba a los demás y censuraba los vicios y la corrupción. No podía tener otras mujeres, otros hijos, otros compromisos mientras la enamoraba.
Unas horas en su velorio le hicieron conocer más sobre él que en un año de relaciones.
¡Qué risa! ¿Qué no es que cuando morimos todos somos buenos? El dicho se había vuelto al revés. Su cuerpo estaba aún caliente en el cajón y lo tachaban de corrupto, mal padre, mujeriego, ladrón y ¡horror! hasta se insinuaba que había asesinado a su mujer.
¿Era Ramón el hombre que estaba en el féretro? Para ella se convirtió en un desconocido.
Al día siguiente el sol pintó el horizonte de naranja furioso, anunciando otra jornada salvajemente calurosa. El viento norte sopló con fuerza alterando todos los ánimos.
La comitiva llegó al cementerio con el ataúd sostenido por amigos y parientes.
El sonido de la tierra sobre el cajón volvió lúgubre el llanto de las mujeres en la mañana estival.
Una lluvia inesperada mojó a los presentes que se mantuvieron impávidos hasta que desapareció el féretro bajo tierra.
Los comentarios sobre la misteriosa muerte de Don Ramón no amenguaron, al contrario, recrudecieron después de la novena. Los hijos del finado pidieron una investigación. Querían saber el nombre del asesino. Exigían justicia. Y acudieron al comisario del pueblo.
Ocupaba el cargo desde las últimas elecciones, unos tres años atrás.
Su obesidad lo había convertido en un hombre afable y tranquilo. Solucionaba los problemas que se presentaban eligiendo el camino más sencillo. Su lema era "no complicarse la vida" porque esta era complicada de por sí. Preocupado por su futuro, decidió estudiar en la ciudad vecina la carrera de Derecho. No le importaban las canas que peinaba, porque decía que nunca era tarde para el estudio. Después de tres años cursaba el segundo curso en horas de la noche.
Así que esclarecer la muerte del juez fue un terrible problema. . Porque eso significaba trabajo. Y él era alérgico a una sobredosis, y ya la estaba teniendo.

Para él, la cosa era suicidio cantado. Todos decían que no, que no podía suicidarse en vísperas de su casamiento.
¿Cómo que no podía suicidarse? Nadie sabía qué pasaba por la cabeza de un viudo con más de cincuenta años. Tal vez tenía una enfermedad terminal y no quería amargar a sus parientes con eso. O no podía olvidar a la finada. O tal vez fuese verdad lo que veloces lenguas repitieron cuando ella murió. Que la mató porque no la soportaba más. Y los remordimientos dormidos, despertaron. Vaya uno a saber.
Además, en el lugar de los hechos, comprobó que la puerta del despacho estaba cerrada con llave. Por dentro. Él la cerró para llevar a cabo su propósito. Y el revólver, era suyo.
Claro que la ventana abierta podía ser una salida para el asesino, si fue asesinado.
Y no podía negar que mucha gente se alegró con su muerte. Muchos tenían motivos para matarlo. Si los exámenes no estuvieran tan cerca... Maldijo por lo bajo. Si lo mataron, ¿por qué no lo hicieron en otra fecha? Si se quitó la vida, porqué no esperó el otoño? Comenzó la investigación.
Los hermanos Benítez acudieron a la comisaría con cara de pocos amigos. Dijeron que estaban en el monte esa mañana a las nueve. Marcaron algunas reses. Qué quién podría corroborar la historia? Cayetano, el capataz. Y Kaí, el mitái que cebaba tereré.
Pero el capataz no sabía si eran las nueve o las nueve y media. Kaí tenía siete años y no recordaba ni el día lunes. Sí, marcaron animales, pero no estaban seguros de la hora.
Encerró el apellido con un círculo rojo y maldijo soezmente. No podía eliminarlos de la lista de sospechosos.
Los Gómez.
¿Nosotros? No tenemos nada que ver con la muerte del juez. Si llega a saber quién lo hizo, nos avisa, eh? le vamos a regalar el mejor caballo de la estancia. ¿Cómo que por qué?
Por limpiar de carroña el pueblo.
¿Qué dónde estaban a las nueve de la mañana ese día lunes? Pues dónde iba a ser. En el campo, arando la tierra, aprovechando que la lluvia del sábado la había dejado justa para labrar.¿ Quién podía dar fe de eso? Después de las explicaciones de lo que significaba" dar fe" respondieron: sólo los cuervos que sobrevolaban el lugar porque había muerto un carpincho y los restos....interrumpidos por la autoridad, agregaron que siempre iban solos a la chacra. Nadie podía decir que estaban ahí, pero aclararon, tampoco nadie podía decir que estaban en lo de don Ramón,¿Cómo que por qué? Porque estaban en la chacra.
Un nuevo círculo rojo sobre el nombre de los hermanos le dejó con malhumor.
Días después interrogó a Saturnino.
A esa hora estaba en el almacén que atendía con su hermana.. ¿Por qué habría de odiar al juez? En todo caso debería odiarla a ella, que lo había rechazado.
Le pareció lógica la respuesta. El problema fue que nadie estuvo en el almacén a esa hora, nadie lo vio. O sí. Sor Teresa pasó por la vereda, iba hacia la iglesia, pero no estaba seguro que lo viera. Sólo su hermana podía atestiguar. Pero ¿era su hermana, no?
¿Quién entiende a las mujeres? Saturnino era un joven bien parecido, alto, fuerte, cuyos bíceps potentes escapaban debajo de las mangas de su camisa, mientras que el finado era bastante mayor, obeso y muy lejos de ser apuesto.
Ambos tenían la misma posición económica, así que no tenía nada que ver el dinero con la elección.
¿Qué conquistó a la maestra? Algo habrá tenido el juez para despreciar a Saturnino por él.
Los Montero parecían nerviosos. Dijeron alegrarse por la muerte del viejo. Que seguro estaría en el infierno pagando por todas sus tropelías. Con gusto lo hubieran matado. Pero no lo hicieron. Y si hay justicia, esas tierras que les pertenecieron desde la llegada de los españoles, esas, que están cerca del arroyito, volverían a ser de la familia. ¿A las nueve? Estaban todos en el campo. Pregunte a todo el personal, claro.
Al fin eliminó un nombre de su frondosa lista.
Juana contó llorando cómo amaba al juez. Él no quiso casarse por los hijos, pero se entendían así. Cuidaba bien de ella y de su pequeño. Y si tenía otras no le importaba, ¿para qué preocuparse si le respondía siempre?.
Se estremeció su busto impresionante al compás de los sollozos. ¿Matarlo por qué iba a casarse? No. Lo prefería casado con otra que muerto. Sin él no podría vivir. Y él había prometido asistirla. Siempre cumplió con sus promesas. ¿A las nueve? En la cocina. Preparando la comida. No. Nadie la vio. No, no tenía empleada. Era de poco salir.
Un nuevo círculo rojo alrededor de su nombre indicaba que no tenía coartada. Pero tuvo la corazonada que ella era inocente.
Eulalia era algo mayor.¿Por qué la molestaban? Hacía años que no hablaba con el juez, seis, para ser exactos, uno después de enviudar.¿Por qué habría de matarlo? Lo suyo era historia antigua. ¿A las nueve? En la misa. Claro. Ella no faltaba ni un día de la semana. ¿Quiénes la vieron? Todos los feligreses. Y el padre Venancio, por supuesto.
Con satisfacción tachó otro nombre de la larga lista.
Blanca. Fue una burla ponerle ese nombre. Negra como el demonio. Mulata de piel lustrosa. Hijo negro como noche sin luna. Tal vez por eso Don Ramón no le dio su apellido. Mi negrito es hijo del finado. Claro, él no lo creyó. Y que se pudra en el infierno por lo injusto que fue con nosotros.
¿Qué por qué lloro? De rabia, nomás. Pero no lo maté. Y eso que lo merecía.
Sus pechos inmensos se agitaban como botes en aguas tormentosas cuando gesticulaba.
Juro que quise matarlo, muchas veces. Pero no lo hice.
¿A las nueve? En casa de los Sarquis, todos los días, de lunes a lunes. Hago los trabajos de la casa. Hace años.
Y borró su nombre de la lista.
Llamó a Rocío y le preguntó dónde estaba a las 9 de la mañana ese funesto lunes. Fue al convento para buscar a Sor Teresa, su confidente.
Sor Teresa dijo que no vio a Saturnino en el almacén, porque no se fijó, cuando pasó para ir a la Iglesia. No sabía la hora. Pero a eso de las nueve estaba en su despacho, ordenando los documentos que debía entregar a un superior.
La señorita Rocío había venido a verla. Cerca de las nueve, tal vez nueve y media. No lo recordaba con exactitud.
El arma se había enviado a la capital para buscar huellas. Pero había vuelto con un informe que decía que las únicas que se encontraban eran las del juez.
Los días pasaban y no sabía cómo había muerto el juez. Ya ni estaba seguro de su teoría del suicidio.
El azar acudió en su ayuda.
Lorenzo, un vago borracho, como todos los que hay en cada pueblo, murió de un infarto en su celda. Lo habían encerrado días atrás, por causar alboroto en el pueblo.
No tenía parientes ni amigos, así que tendrían que pagar el cajón con contribuciones de la municipalidad y la iglesia.
La coincidencia del día lunes le dio la idea al comisario. Dos muertes en un mes. Las dos un día lunes. Recordó que el finado había amenazado de muerte al juez cuando lo envió a la cárcel, meses atrás, por robo.
Diría que había encontrado al asesino. Lorenzo. Que había confesado antes de morir. Así, si fue suicidio, nadie lo sabría, se salvaría la honra de la familia. Y si alguien lo asesinó, pues que lo pagase con remordimientos o en el infierno, y no él, con tanto trabajo y los exámenes encima.
Contento con la idea, la puso en práctica.
La noticia corrió como el viento.
¿Vieron que no era cierto lo del suicidio? Mediante la inteligencia del comisario se supo la verdad.
Los Gómez no dieron el mejor caballo de la estancia al comisario. Ellos aclararon que se lo iban a dar al asesino como premio. Y que en el infierno, donde seguro estaba ahora, no le serviría.
Pero le regalaron uno por la "excelente labor" desplegada.
Pusieron a Lorenzo en un cajón sin lustrar. Le quedaba chico, pero le doblaron los pies y cupo perfectamente.
Nadie lo veló. Sólo dos conscriptos, que evitaban mirarlo porque tenían miedo de los difuntos.
-Sigue-dijo el padre Venancio.
-No pensaba matarlo. Sólo quería asustarlo.
Mientras iba hacia su casa, crecía en mí la idea que él merecía morir.
No podía desenmascararlo, porque al hacerlo, caería primero yo.
Quise recordar algo bueno de lo que fue. No me quedó nada. Nunca dijo palabras cariñosas. Sí, la ternura de algunos recuerdos, como cuando me acariciaba los cabellos o besaba mis mejillas cuando el llanto me ganaba.
Él me negó todo sobre su casamiento. Yo quería hablar. Dijo que era imposible, que podían vernos y que eso era muy peligroso .Que me fuera. Ya.
Sus ojos pequeños, formaban una línea recta bajo sus párpados hinchados. Sus finos labios temblaron de cólera cuando dije que no me iría, que primero debía oírme. Comprendí que nunca me amó. Siempre mintió.
Me echó. Dijo que no volviera hasta que me llamase.
No. No habría más llamadas. No habría más mentiras. No habría más besos. No habría más nada. .Y disparé
-¿Cómo lo hiciste?.
-Cerré con llave la puerta, borré mis huellas del arma con un pañuelo , la puse en su mano por breves instantes y después la dejé a un lado.. Huí por la ventana.
Mi corazón bailaba en mi garganta. Mis pies volaban por el patio trasero de la casa, la calle giraba bajo mi sombra, yo reprimía los deseos de vomitar. Nadie me vio en la calle solitaria.
Apenas llegué a tiempo al convento por la huerta..Unos minutos más y Rocío no me hubiera encontrado..
Me hundí en la oración Busqué fuerzas para salir de esto, que creí era seguir viviendo, ahora sé que no lo es.
Ya no quiero vivir, padre.

martes, 15 de junio de 2010

RENACER


Disfrute de Nuevo la Vida. Mila y Marina aguardaban en una plaza aledaña al Parque de Berlín. Hacía una tarde nublada de un mes indefinido y caluroso en aquella ciudad de aquel mundo. ¿Igual que aquella tarde en cuestión? En realidad a Juan José poco le importaba. En cambio entendía que su preocupación no se hallaba en ese cielo, como tampoco en esa tierra, ni tampoco en la vida de aquel mundo... Después de setenta y cinco años de vida aburrida rutinaria y milimétrica, diseñada con trazos eternamente geométricos, había dejado su mundo, sus intereses, su trabajo, su soledad y su existencia, acogiéndose a un nuevo programa experimental cuya radiante denominación era: “Vuelva a renacer y disfrute de nuevo la vida.” Evidentemente, tratándose de un proyecto reciente, dicho programa encerraba una serie de carencias y defectos. Uno de ellos era la “limitación espacio temporal.” Es decir había un plazo de tiempo y espacio para perpetrar el sueño o deseo al que uno se acogía. Pero en el caso de Juan José aquello no era problema; pues en realidad todo el placer de su vida se había atesorado en una sola y única tarde y en apenas dos escenarios. Una tarde a cambio de su vida, sensaciones, percepciones y visiones, que serían donadas a la ciencia en aquel mundo extraño… Y de nuevo estaban los cuatro y resultaba todo tan real. Su primo Ernesto, él, Marina y Mila juntos. Con un único defecto del programa, los demás no podían hablar. Así pues quien ahora ejecutaba y dominaba las acciones del grupo era él y solo él y tenía respuesta a una idea que con solo imaginarla conseguía que por su nuca transitara un delicioso cosquilleo de placer. Se trataba de arrebatarle la novia a su primo. Pues en realidad anhelaba a Marina. Sentados en el mismo bar de antaño la acción se comenzó a desarrollar exactamente igual que lo hiciera ¡cincuenta y cinco años antes! Sí, todo volvía a ser viejo y antiguo y sin embargo, funcionaba. Las obsoletas cafeteras italianas marca “Gaggia” trabajaban como nunca, los camareros vestían uniformes pasados de moda y de vez en cuando, vociferaban términos en desuso, e incluso las añoradas e inexistentes marcas de cerveza volvían a hacerse patentes; y es que la cerveza ya no se bebía, porque no se fabricaba. Tras la "Segunda devastación" hizo su aparición el "Gusano de la Cebada" y emponzoñó las cosechas, de tal forma que había sido vetada por resultar letal. Y, sin embargo, allí estaba él, tomando asiento junto a una enorme pinta de cerveza. Y esa vez con un pequeño cambio imperceptible pero definitivo; se sentaba junto a Marina. Y de nuevo todo era igual. Juan José dirigía a su antojo; puesto que ellas no conocían a su primo en tanto él conocía a los cuatro. Por lo que el único nexo de unión y quien se encargaba de romper el hielo en la reunión era él. Cuando los cuatro salieron eufóricos la noche ya se había cerrado como un misterioso telón de acero sobre sus cabezas. Todo iba bien entre su primo y Mila y Juan José se sentía radiante. Mientras tanto su relación con Marina parecía marchar, no obstante ¿había pasado algo por alto? comenzaba a preguntarse. Ya que cada vez que se disponía a besarla ella parecía reaccionar y giraba el mentón hacia un lado. ¿Sucedía así en realidad o eran una paranoia...? ¿Acaso había pasado por alto ciertas palabras escritas en el guión? ¡No! Había estudiado concienzudamente la parte concerniente a su primo y le parecía sumamente sencilla. Para ganarse a Marina solo era preciso pronunciar burdos y picantes discursillos de amor; así se alcanzaba su corazón. Estaba escrito, y nunca mejor dicho, se dijo y sonrió para sus adentros. Llegaron a la casa de Mila. Sus padres no estaban. En seguida Mila comenzó a proyectar diapositivas de sus escaladas a los Alpes franceses. Entonces, Juan José, tal como había hecho aquel día su primo, se decidió por actuar. Pasó un brazo por la cintura de Marina y tiró suavemente de ella, invitándola a que lo acompañara a la habitación contigua. No obstante, al instante, percibió una reacción adversa. ¿De resistencia? Imposible. La situación estaba por entero bajo su control. Antes había formulado a su oído las palabras clave, estaba seguro, había susurrado: “Cariño acompáñame a ver el cuadro.” Amparado en la suave penumbra dél salón volvió a repetírselas y mientras lo hacía, durante un instante creyó ver brillar los ojos de Mila y Ernesto, y pensó "¿Acaso nos vigilan?" Se giró, los miró de forma solapada y no apreció nada anormal. ¿Auto sugestión tal vez? De nuevo tiró de Marina. Y está vez notó claramente su resistencia, pero ya no le importó, no esperaba aguantar por más tiempo. De un brutal empellón la sacó arrastras del sofá y la golpeó en el rostro mientras la increpaba. - ¡Vamos zorra! ¡A joder con el primo de Ernesto! La arrojó dentro de la habitación. Antes de cerrar la puerta se arrimó al postigo y miró en dirección al sofá. Mila y Ernesto continuaban besándose indiferentes, todo funcionaba según el guión. Estaban a lo suyo. Cerró la puerta tras él. Arrinconada contra la pared Marina gimoteaba en silencio. A su lado estaba el cuadro. Se trataba de un retrato que hizo o había pintado Mila de su amor: Juan José. Es decir ¡él mismo! De pronto Marina elevó la cabeza y lo miró fijamente. Sus ojos estaban irritados. ¿Lloraba? No, no podía expresarse y ni tan siquiera sentir tales emociones pensó Juan José. De repente se sintió mareado, se detuvo y creyó percibir algo, ¿palabras en su interior? “No… No por favor, señor…” Le pareció escuchar. Durante breves instantes permaneció como extasiado, reflexionando consigo mismo. “Increíble. ¿Había escuchado aquello? Pero… si ni siquiera la veía mover los labios. ¡No podía hablar! Le llamaba... ¿Señor? ¿Cómo podía hacerlo? ¡Bah! Figuraciones suyas” concluyó. Se cruzó de brazos desconcertado. Y… ¿qué parte venía después ¿A partir de ese momento? De pronto no recordaba... nada. ¿Lo había olvidado? Continuó reflexionando con dificultad. Acaso era: “Vamos cariño ¿lo hacemos ahora?” ó “Vamos cariño ¿jodemos ya?” ó “¿Vamos a follar como animales, cariño?” Nada ¡ni idea! Extrajo el folleto del programa del interior del bolsillo derecho de su americana y descubrió que la última hoja… ¡¡no existía!! Se quedó unos segundos pensativo, tras lo cual concluyó. Daba igual, habría de improvisar. Volvió a mirarla; le resutaba muy bella y ¡tan débil...! De súbito la sangre le empezó a hervir y no se contuvo. Habían sido décadas de existencia como ser pleno y civilizado, esclavizado mediante horas de trabajo incansable y maquinal, y ahora iba a hacer lo que deseaba. Se abalanzó sobre ella, rompió y arrancó sus ropas con furia, y después de un forcejeo, tras propinarle un par de bofetones, logró controlarla y se dispuso a forzarla. Y mientras lo hacía, comenzó a agitarse de forma frenética y a gemir de placer… Casi había logrado penetrarla cuando, en breves instantes, le sucedió. Percibió como sus movimientos espasmódicos se ralentizaban, en tanto que su vitalidad lo abandonaba. Entonces pudo sentirlo; ella se había vuelto mucho más fuerte y de un gesto aparatoso y violento se lo quitaba de encima, en tanto lo insultaba. Pero ahora no lo hacía mirándolo en silencio. Existía voz procedente de su cuerpo. Era distinta; pero fuerte clara y precisa. Mascullaba. - Viejo asqueroso… Te acabas de cargar el programa ¡No era conmigo con quien debías de hacerlo, sino con Mila! ¿Recuerdas? Sentenció la directora del proyecto. Y se quedó mirándolo a los ojos mientras en su semblante se constituía un esbozo entre asombrado y perverso. - Ya… Claro… ¡Entiendo! ¿De viejo nada eh? Lo que querías y deseabas era… ¡Ésto mismo…! ¡Traicionar y violar...! Su semblante se trocó en una sonrisa sombría y frotándose las manos, añadió. - Hay viejo, viejo… ¡Acabas de infringir las normas! ¡Has tratado de violar! ¡Serás juzgado y castigado por ello! Frente a él se hallaba ahora una mujer cambiada, diferente. Marina había desaparecido ¡mutado de forma! Y con ella todos sus deseos. También estaba el espejo del armario, solo tuvo que mirarse un instante para cerciorarse de que su cuerpo volvía a ser un fraude; el de un viejo septuagenario. La puerta se abrió de golpe, entraron su primo Ernesto y Mila, su adorada y ¿falsa Mila? Ambos reían, mientras sus organismos se estiraban engordaban, cambiaban de forma y tamaño. A continuación aparecieron unos gorilas vestidos de azul y de modo preciso lo amordazaron y pusieron un chaleco de fuerza. Juan José se había excedido, dictaminaron. Había violado el código de ética del programa “Vuelva a renacer y disfrute de nuevo la vida.” Por ello sería ajusticiado. Naturalmente nadie más se enteraría. Ni siquiera los medios informativos de la tierra. Pues desde el momento de la firma del compromiso, su cuerpo ya solo era un mero pedazo de carne al servicio de los intereses del proyecto interplanetario. ¿Cómo iba a ser su muerte? Sencilla. Sería obligado a ingerir una dosis letal de cerveza. Un castigo ejemplar y toda una ironía tratándose de un hombre que vivió su mejor momento bañado en la “deleitable bebida de los dioses”. Esto último, fue algo que él mismo siempre afirmó....

AMORES DE PLASTICO


Había llegado el final para Hannah, el final tras el largo cautiverio. Tras meses de ser usada por Peter, este había decidido deshacerse de ella. Había encontrado un nuevo juguete, más nuevo y mucho más hermoso que Hannah. Hannah vio a Peter abrir la puerta y dejar a su lado dentro de aquel pequeño habitáculo donde la recluía, una gran caja nueva que le recordó como y por qué había llegado ella hasta allí. Algo que ya había olvidado, tal vez victima del llamado síndrome de Estocolmo que poco a poco le hizo ir olvidando lo que era hasta llegar a enamorarse de su propio verdugo. Hacia catorce meses que Peter había llevado a su casa a Hannah. Peter aunque vivía solo en su piso, tenia novia; Sarah. Y aunque normalmente su vida de pareja con Sarah la hacían en casa de ella, alguna que otra vez habían cenado en casa de Peter y después habían hecho el amor y dormido juntos en el piso de Peter, en su dormitorio, apenas a dos metros de donde mantenía escondida a Hannah. Cosa que no preocupaba en demasía a Peter. Alguna vez incluso había pensado en hacer participe a Sarah de sus juegos sexuales con Hannah, pero siempre lo había desechado, posiblemente era algo que ella no llegaría a entender. Mientras tanto, Hannah oía desde su reclusión hacer el amor a Peter y Sarah y comprendía por que Peter la necesitaba a ella a pesar de tener a Sarah; Peter hacia con Hannah todo lo que no se atrevía a pedirle a Sarah que hiciera con él. Cuando Peter hacia el amor con Hannah, ella percibía que Peter ponía más empeño, más interés que con Sarah. Con Sarah era todo más metódico, rutinario, sin embargo con ella era puro fuego, sexo salvaje y eso agradaba y mucho a Hannah. Hannah había sido durante más de un año la esclava sexual de Peter y sin embargo había llegado a enamorase de él, a comprenderlo y hasta disculparlo y ahora él estaba apunto de tirarla a la basura. Hannah lo había comprendido al leer en aquella caja que Peter había dejado a su lado: “Natasha. Asian Realdoll. Realistic solid silicone doll, Sexually functional with three entries, Choose from hair and eye options, All the models are supple-bodied with a soft skin, sleek with a natural glow.”. Una perfecta y hermosa cara de adolescente asiatica se dejaba entrever por una ventanita de perxiglass. Natasha pertenecía a una nueva generación de muñecas de silicona de aspecto totalmente humano contra las que las muñecas hinchables como Hannah no tenían ninguna posibilidad.




viernes, 11 de junio de 2010

VOLVER, RECUERDOS Y MUSICA


Hola a todos. Como veis sigo aquí y espero poder tener una continuidad mas asidua en los próximos meses, si el trabajo me lo permite.



Estoy escuchando a Chuck mangione y la canción feels so good, es una de esas canciones que hace que las palabras, imágenes y pensamientos fluyan a mis dedos.


Esta canción fue sintonía de unos de los programas que presentaba en Onda 3 (emisora local de Portugalete), y de eso hace mucho tiempo.


Eran los comienzos de las Radios Locales, había acabado la carrera y tenia mi Licenciatura pulcra y recién estrenada en mi bolsillo. Por azares de la vida pase por aquellos incipientes estudios que se cobijaban en el cuarto piso de la calle donde vine al mundo en la noble villa barrillera.


Era el año 1982, y un grupo de jóvenes periodistas, pincha discos e ilusionados presentadores, se dieron cita para crear lo que seria el inicio de las Radios Locales.


Este fue el campo de aprendizaje para muchos profesionales que hoy en día pasean su profesionalidad por medios importantes.


Como no había dinero, la imaginación tenia que suplirlo y todos los días teníamos que estrujarnos los sexos para poder salir al mundo herciano.


Si alguien que vivió aquella época lee este pequeño escrito, seguro que recordara un montón de anécdotas. Micrófonos que funcionaban sujetando un cable que no había que soltar, conexiones que salían en el último segundo, invitados que no llegaban,


Entonces no había Internet, no teníamos sistemas digitales, los ordenadores eran algo inalcanzable. Utilizábamos cintas de casseette, discos negros y las grabadoras rebos.


Fue un gran campo de aprendizaje, aprendimos toda la práctica que no pudimos tener en la facultad de periodismo



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