jueves, 3 de mayo de 2018

El primer día de colegio






            Corría el mes de septiembre del año 1963, cuando me pusieron camisa blanca, una corbata de cuadros escoceses donde predominaba el rojo y azul sobre fondo verde, jersey también verde y pantalones cortos grises. Con este atuendo comenzaba mi primer día, de un largo periodo de tiempo dedicado al estudio. Mis primeros pasos en la educación comenzaron en el Colegio San Jorge de Santurce. Estaba a cinco minutos andando de mi casa, en la calle Esteban Bilbao.  Dije adiós a Laura (a quien dedicare un espacio propio), y nos fuimos mi madre y yo calle arriba a mi nuevo destino.
            Según íbamos acercándonos una algarabía de niños, padre y madres cubría la acera de entrada al colegio.Algunos, pequeños, luchaban con uñas y dientes por no entrar al interior y dejaban sus lloros y suplicas en el corazón maltratado de sus padres que luchaban contra el chantaje emocional al que le estaban sometiendo los pequeños dictadores. Mi ama me miro para comprobar si yo reaccionaba igual que aquellos niños, pero su rostro se tranquilizó al ver mi indiferencia.  Subimos unas escaleras y nos recibió la directora Nortxa, amiga desde la infancia de ama. Las presentaciones dieron paso a la entrada en el aula. Mesas y sillas a escala de nuestra estatura cubrían el espacio. Las paredes estaban pintadas con motivos infantiles, y destacaba un gran Bambi que parecía querer salir del muro y venir a nuestro encuentro.
            Niños y niñas se disputaban un asiento en aquella aula que iba a ser mi morada en los próximos 2 años. Mi ama me dejo allí, con la promesa de volver cuando diera la hora de salir. Me quede con una tristeza que duro el tiempo justo de empezar a jugar con aquellos nuevos amigos que prometían un montón de trastadas.
            Nunca olvidare el olor que tenía aquel habitáculo, a lapicero y goma mezclado con colonia de niños. Hay que tener en cuenta un dato importante; el número de infantes que ocupaban aulas en aquellos años sesenta era muy alto. El Babi Boom como se llamó a aquel crecimiento natal, estaba en pleno auge.  Recuerdo tener unos treinta y tantos compañeros, compartiendo pupitres.
            Para proteger nuestras vestimentas de cualquier mancha nos ponían unas batas de cuadros pequeños verdes sobre blanco. Unos bolsillos a cada lado nos proporcionaban un lugar donde guardar los cromos, las canicas y todos aquellos utensilios de juego.
(continua, próxima entrega)

1 comentario:

makumba dijo...

Donde está la siguiente entrega?

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